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Ruth Prada
Ruth Prada cursó Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y amplió sus estudios en la Universidad de Toronto y en la de Santiago de Compostela. Ha trabajado en El País, Prisacom, Cuatro y Telecinco, y ha escrito para distintos medios, como Jot Down y Yorokobu. Actualmente vive a caballo entre Madrid y un pueblecito en las montañas del Bierzo, donde ha terminado de escribir su primera novela.
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Ruth Prada has a degree in journalism from the Complutense University in Madrid. She completed her studies in the Universities of Toronto and Santiago de Compostela. She has worked in ElPaís, Prisacom, Cuatro and Telecinco, and she has also written for other different means of communication such as Jot Down and Yorokobu. She is now living in Madrid as well as in a small village located in the mountains of El Bierzo, where she has finished writing her first novel.
Ruth Prada habla de Ruth Prada
Hay libros que producen la sensación física de levantarte la tapa de los sesos, como dijo Emily Dickinson. Recuerdo perfectamente el momento en que supe que eso podía pasar.
Yo tenía siete años y estábamos pasando las vacaciones en el mismo pueblo de todos los veranos. Recuerdo que los días se arrastraban perezosos y que mi hermano no me hacía ningún caso. Estaba ocupado en algo que a todas luces tenía que ser un aburrimiento: un libro que no tenía ni una triste ilustración —el único atractivo que yo les veía—, sino que era una sucesión de masas grises de palabras impresas en cada página. Que mi hermano prefiriera quedarse sentado en un sillón de la galería en lugar de salir a cazar bichos a la huerta me resultaba realmente intrigante. Supongo que no dejaba de molestarlo, porque en algún momento trajo otro libro y me lo puso delante: “Lee esto, anda”, me pidió. Yo lo cogí escéptica, pero le hice caso y empecé a leer. Apenas había pasado las primeras páginas y ya me había quedado atrapada. Como por arte de magia, me vi rodeada de unos niños que descubrían pasadizos secretos y se zampaban emparedados, y yo podía sentir la humedad de los pasadizos y podía rozar con la punta de la lengua aquellos exquisitos bocados. Terminé de leerlo con el asombro de descubrir lo que era capaz de provocar un libro. En ese momento también aprendí que los libros tienen autores y yo necesitaba leer todo lo que hubiera escrito Enid Blyton.
Lo bueno no había hecho más que empezar.
En mi colegio tenían una biblioteca estupenda, pero solo nos dejaban ir los viernes después de clase y solo podíamos sacar un libro. Yo esperaba en la puerta a que la abrieran dando golpecitos en el suelo con la punta del zapato y al entrar me relamía mirando aquellas baldas atiborradas de historias apetitosas. Me regodeaba manoseando los libros, me embelesaba mirando las portadas y cuando al final me decidía por uno, lo metía en la mochila y me iba a mi casa a saltitos, con ganas de llegar porque sabía que me iba a reír y me iba a acelerar y me iba a quedar asombrada con las cosas que iban a salir de esas páginas. En aquella biblioteca descubrí a otros autores como Mark Twain, Astrid Lindgren y muchos más que me hicieron feliz.
Y toda mi vida ha sido ir en busca de esa experiencia, la de que un libro me produzca la sensación física de que me levanta la tapa de los sesos. Y en muchas ocasiones lo sigo consiguiendo.
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